La obesidad infantil debe abordarse siempre que sea posible desde la prevención, ya que los problemas de salud que de ella derivan están demostrados; pero ¿cómo hacerlo? Llevo once años trabajando como farmacéutica especialista en educación nutricional y veo a diario lo difícil que resulta corregir los hábitos alimentarios de una persona cuando se han adquirido en la infancia.
Eso nos lleva a pensar que si se adquieren buenos hábitos en edades tempranas puede que logremos que perduren a lo largo de la vida. Pero no hay que engañarse; esto no es fácil y somos muchos los que nos debemos implicar: familia, industria, instituciones, organismos y profesionales sanitarios que puedan tener algo que ver con la educación de los niños o de los padres y familiares.
La educación nutricional resulta vital para éstos últimos, porque son los que con el colegio se encargan de preparar los menús. Dicho esto, resulta evidente el importante papel que puede desarrollar el farmacéutico desde la oficina de farmacia en la prevención de la obesidad infantil, puesto que el contacto con las familias e incluso con los propios niños es directo e incluso diario. Desde la farmacia, además de asesorar sobre buenos hábitos alimentarios, se puede motivar y apoyar porque la obesidad suele llevar asociados otros problemas de tipo psicológico.
Actuación desde la oficina de farmacia
-Advertir del consumo abusivo de productos basura, cargados de grasas saturadas y/o de azúcares simples con elevada carga energética y escasísimo valor nutricional.
-Ayudar a la interpretación del etiquetado de los productos para que el mensaje nutricional sea comprensible.
-Explicar la pirámide nutricional, recordando que no existen alimentos buenos o malos, pero sí frecuencias de consumo.
-Fomentar los desayunos saludables.
-Recomendar tentempiés como la fruta, lácteos, frutos secos sin sal en detrimento de la bollería o los snacks.
-Recordar que la bebida de elección para el niño debe ser el agua y disminuir el consumo de zumos comerciales y bebidas carbónicas.
-Promover la actividad física, sugiriendo salidas, excursiones, deportes al aire libre, pues es fundamental para el correcto desarrollo del niño y también la actividad física espontánea, con desplazamientos cortos, andando, subir y bajar escaleras o bajar una parada antes si se viaja en autobús.
-Controlar las horas destinadas a ver la televisión, video-juegos y ordenador.
- Aprender a equilibrar los menús de la familia con los menús escolares.
-Asesorar sobre preparaciones culinarias saludables.
-Fomentar el seguimiento de la dieta mediterránea.
-Recordar a los padres que no existe mejor modelo para sus hijos que ellos mismos y que "una imagen vale más que mil palabras".
La autora del artículo, Fanny Pons Nicolau, subraya la importancia del papel del boticario en la prevención de la obesidad infantil debido al contacto diario con las familias e incluso con los propios niños.
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