En los 25 años que llevo viendo niños con este trastorno he podido comprobar cómo ha aumentado de forma progresiva la incidencia a estas edades. Durante la última década, dicho incremento ha estado muy ligado a la actual epidemia de obesidad. Sabemos que un 5% de los niños y adolescentes presentan un alto riesgo ser hipertensos. Ese porcentaje aumenta cuando entran en la adolescencia o si desarrollan sobrepeso.
¿Se vigila más ahora este factor de riesgo en la edad infantil?
Hemos ido perfeccionando nuestra capacidad diagnóstica y ahora sabemos interpretar mejor las cifras de presión arterial. Pero los cambios a lo largo del último medio siglo se han dado en el manejo de la hipertensión en general: en los 60 no sabíamos qué hacer con un hipertenso adulto, no se le aplicaba ningún tratamiento excepto que tuviera más de 160 de máxima. Igualmente, hace tiempo, ni los médicos ni las enfermeras medían la tensión a los niños. Ahora se hace dentro de los chequeos habituales en los que se mira el peso o la altura. Esto es clave porque nos permite saber si se mueven en unos márgenes que nosotros calificamos de prehipertensión infantil.
Y en ese caso, ¿debe tratarse?
Es que de lo contrario ese niño está condenado a ser hipertenso. No podemos dejarlo a su suerte. La evolución de la prehipertensión a la hipertensión puede evitarse con cambios en la dieta, el ejercicio y el control de peso. Luego hay niños prehipertensos que reciben atención médica inmediata porque, además, tienen asociada alguna complicación renal, endocrina, de tiroides, páncreas... Estos casos representan un 1% del total. El resto tiene hipertensión esencial ligada a factores familiares y con agravantes como el consumo excesivo de sal.
¿Corre el adolescente los mismos riesgos que el adulto?
Puede desarrollar una hipertrofia cardiaca, en los vasos sanguíneos oculares, un inicio de daño renal,. Y todo esto sin que nos demos cuenta porque, como sucede con los adultos, no hay signos físicos que nos alerten del problema. Por eso, es preciso una búsqueda activa. En EEUU, pensamos hace tiempo recomendar que se midiera la tensión en los colegios. Finalmente lo descartamos porque nos pareció que era dejar en manos de la escuela una responsabilidad que debe ser de los profesionales de atención primaria. Además, no es tan fácil medir correctamente la presión arterial como la altura o el peso.
¿Qué papel juegan los fármacos en la hipertensión infantil?
Si la dieta y el ejercicio no cumplen el objetivo, es imprescindible utilizarlos. Eso no significa que estos niños vayan a necesitar medicación el resto de su vida; si van corrigiendo el problema se procede a disminuir la dosis y llega un momento en que se puede retirar.
¿Hay estudios sobre su seguridad en niños a largo plazo?
Hay varias investigaciones en marcha. Disponemos de datos a un año y los resultados no muestran ningún peligro.
¿Es la comida basura el gran enemigo a batir?
Aunque no siempre existe un problema sobrepeso detrás, se puede decir que los niños hipertensos de ahora son el resultado de la actual epidemia de obesidad. Podemos promover el ejercicio físico y evitar las dietas ricas en grasas; esforzarnos por educarlos en salud desde la misma escuela o por concienciar a sus padres de lo importante que es que sus hijos hagan deporte y consuman mucha fruta y verduras; pero, siendo realistas, al final es muy complicado porque abunda la oferta de platos y alimentos precocinados, con gran cantidad de sal o fructosa, etcétera.
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