La hiperactividad la padecen entre un 2 y un 5% de los escolares, si bien se da con más frecuencia en niños que en niñas. Además de las diferencias cuantitativas, los rasgos definitorios de la hiperactividad también persisten durante más tiempo en los niños que en las niñas.
Entre los 0 y los 2 años se detectan problemas durante el sueño y la comida, resistencia a los cuidados habituales, reactividad elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.
Entre los 2 y 3 años suele ser frecuente una actividad motora excesiva, escasa conciencia de peligro y propensión a sufrir accidentes. Es corriente que a esta edad algunos niños sean muy movidos y esto, en ocasiones, genera dudas o diagnósticos equivocados.
De 4 a 5 años surgen problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el seguimiento de normas. Alrededor de esta edad se pueden comenzar a tener elementos indicativos y fiables de la presencia de este trastorno.
A partir de los 6 años surge la impulsividad, déficit de atención, fracaso escolar, comportamientos antisociales y problemas de adaptación social.
El pronóstico a largo plazo es negativo si no se sigue ninguna terapia correctiva. El DSM-III-R indica que, aproximadamente, un tercio de los individuos diagnosticados con hiperactividad en la infancia, muestran signos del trastorno en la edad adulta y en algunos casos, delincuencia.
Los niños que son hiperactivos en todos los ambientes tienen un peor pronóstico porque sufren con más frecuencia las consecuencias negativas que sus comportamientos alterados provocan en la familia, colegio y grupo de amigos; de este modo, se vuelven más vulnerables y, por tanto, aumenta el riesgo de que desarrollen comportamientos antisociales.
La detección suele surgir desde la propia familia o bien de los profesores del niño. En el diagnóstico intervienen varios profesionales: médicos (neurólogo, pediatra, psiquiatra), psicólogos y pedagogos.
La evaluación se concreta en el estudio de las conductas del niño (en el entorno familiar, social y escolar) y en los factores biológicos para detectar posibles signos neurológicos que expliquen su trastorno.
En el colegio, cuando detectamos en el aula a un alumno que responde a las características descritas, lo recomendable es ponerse en contacto con el Departamento de Orientación, pues contamos con varios instrumentos de evaluación (registro de conductas, EDAH y el protocolo de derivación por TDAH). Si se estima que existe hiperactividad, se redacta un informe, se realiza una entrevista con la familia y se solicita la asistencia a un especialista que certifique el resultado y oriente sobre su tratamiento.
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