El exceso de estímulos en el ambiente, la ansiedad de los adultos así como la sensación de poco afecto de sus padres pueden desencadenar estados de tensión en los pequeños.
Ellos no tienen cuentas que pagar o un empleo que perder ni deben afrontar las dificultades del tránsito vehicular de las grandes ciudades, pero esos privilegios no son suficientes para impedir que enfrenten situaciones de estrés.
Los aparatos de televisión, la música estridente y la agitada actividad dentro de la casa pueden incomodar profundamente a un pequeño hasta el punto de comprometer su desarrollo cognitivo y capacidad de aprendizaje, además de generar patologías asociadas a los estados de tensión. Y si esa cadena de estímulos lo afecta en forma permanente y continua el problema puede ser mucho mayor.
Llanto descontrolado, voracidad, falta de apetito o incapacidad para prestar atención son algunos síntomas que transmiten un mismo mensaje: se ha sobrepasado el límite de estimulación.
Sensibilidad a flor de piel
Los recién nacidos tienen seis estados de conciencia que es importante conocer y respetar:
- El estado de vigilia-calma, cuando se encuentran tranquilos.
- La vigilia-activa, cuando están en movimiento y jugando.
- El sueño profundo y calmo.
- El sueño con actividad onírica.
- El estado de somnolencia.
- El llanto.
La psiquiatra Mónica Kimelman, especialista en psicopatología del bebé de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, explica que "los padres deben aprender a reconocer cada uno de estos estados y saber interpretar las señales del bebé para no interrumpirlo, por ejemplo, despertándolo cuando llora entre sueños o cuando quiere jugar”.
El difícil equilibrio infantil
Las características de los padres también inciden en la evolución mental del niño. Según Kimelman los adultos suelen abusar e hiperestimular a los pequeños, principalmente porque son aprehensivos o están ansiosos de convertir a su hijo en un pequeño genio.
En todo caso, una estimulación deficiente también puede ocasionar trastornos, sobre todo en los primeros meses, que es cuando maduran las estructuras cerebrales ligadas a las emociones y sentimientos. La falta de disponibilidad materna, el rechazo hacia el recién nacido o la acumulación de estrés en los padres generan carencias afectivas que son percibidas por el niño.
En cuanto a la posibilidad de desarrollar estrés dentro del útero de la madre, no existe consenso en la comunidad científica. Waldo Sepúlveda, ginecólogo y especialista en medicina del feto de la Clínica Las Condes, en Santiago, opina que "no debería haber temor a un estrés intrauterino, porque el ser está protegido y aislado del ambiente externo".
Sin embargo, recientes estudios demuestran que a través de las secreciones hormonales de una madre estresada se puede afectar al feto y que los ruidos estridentes también podrían provocar reacciones de taquicardia en sus pequeños organismos.
Patologías asociadas al estrés
Los cólicos reiterados que no tienen una explicación clínica afectan principalmente a bebés sujetos a una hipervigilancia materna. En etapas más avanzadas pueden desarrollar dificultades alimenticias del tipo anoréxicas, trastornos dermatológicos como urticaria, eccema o psoriasis, y otros de expresión motora.
El sistema circulatorio también se ve comprometido, provocando alteraciones en el ritmo cardíaco y la respiración. Enrique Hering, neonatólogo del Hospital El Salvador, explica que "hormonas como el cortisol y sustancias como las catecolaminas se liberan en el cerebro de estos pequeños y producen la sensación de miedo o agresividad, colocando al organismo en alerta o disminuyendo su capacidad de procesar informaciones del ambiente".
Bajo ese estado, los ruidos que antes pasaban inadvertidos suenan excesivamente estridentes e irritantes. Cualquier luminosidad parece más brillante e incómoda. Todo tiende a tornarse complicado y desagradable.
El rol de los padres
Hay unanimidad para afirmar que la afectividad de los padres y la expresión del amor hacia el bebé son directamente proporcionales a su capacidad de aprender y desafiar las circunstancias de la vida.
Los diálogos visuales entre los padres y el niño, un tono de voz suave y los juegos auditivos que brindan cariño son importantes en esta relación, pero constituyen apenas la primera medida para disminuir el estrés.
El próximo paso es evitar situaciones reiterativas y la exposición a muchos estímulos en su entorno, además de saber alternar actividades excitantes con horas de descanso reparadoras.
Estar todo el día con él también puede llegar a ser un problema. Lo mejor es combinar momentos de compañía con los de juego individual, con lo cual se hará más apto para enfrentar después sus emociones y afectos.
En busca de calma
Es bueno que los padres interesados en evitar el estrés infantil también tomen en cuenta los siguientes consejos:
- El exceso de ruido es una de las principales fuentes de hostigamiento. Procure no elevar el tono de voz cuando está el bebé y menos discutir frente a él.
- Evite transiciones bruscas; por ejemplo, trate de crear una rutina que distribuya los alimentos y el descanso, pero siempre en el mismo horario.
- Procurar que duerma bien también es fundamental para evitar la irritabilidad. El menor debe tener un descanso reconfortante, reduciendo al máximo la luminosidad y el ruido.
- Para calmar al bebé, ande por los lugares más silenciosos de la casa, cargándolo junto a su cuerpo y susurrándole suaves melodías.
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