La literatura médica sobre el tema es vasta. La 'muerte en la cuna', como se empezó a llamar a este fenómeno, es el fallecimiento repentino de un recién nacido mientras duerme sin causa aparente que lo justifique. En España se producen unos 90 casos al año, una proporción muy pequeña teniendo en cuenta que nacen alrededor de 450.000 niños.
Los tres primeros meses de vida son la ventana más crítica. Durante décadas, los pediatras recomendaron a los padres acostar a sus hijos boca abajo, porque se pensaba que ésa era la postura más segura para ellos. Pero con el paso del tiempo se comprobó que era justamente lo contrario y que muchas muertes se podrían haber evitado de haber sabido que dormir boca arriba es lo ideal.
Una vez resuelta esta cuestión, con no poco esfuerzo, los padres se enfrentaron a otra: ¿es bueno compartir cama con el recién nacido? Hoy en día, en algunos países, no existe consenso. Frente a la postura oficial adoptada por el Condado de Los Ángeles, que ha calificado esta práctica de "potencialmente letal", están las voces de otras organizaciones y especialistas que abogan por un co-lecho responsable entre progenitores y vástagos, como de hecho se da en muchas partes del globo.
"Los estudios científicos han demostrado que si la madre no es fumadora compartir cama no aumenta el riesgo de muerte súbita del recién nacido", explica a elmundo.es Carlos González, pediatra y presidente de la Asociación Catalana pro Lactancia Materna.
Para González, este tema tiene mucho de "prejuicio cultural y social". En 2000, un estudio elaborado por el Grupo Global de Trabajo sobre el Síndrome de Muerte Súbita Infantil destacaba que aquellos países en los que la tasa de 'muertes en la cuna' era más baja, como Japón, eran aquellos en los que dormir en la misma cama era lo habitual. En algunas sociedades ni siquiera existe como figura clínica dado que son sucesos anecdóticos.
Rosa Jové, experta en psicología infantil y juvenil, se muestra rotunda: "El co-lecho no es letal en sí mismo". Ella, como el resto de fuentes consultadas por elmundo.es, hace especial hincapié en la necesidad de que se cumplan una serie de requisitos para que los padres duerman con sus hijos.
"Un co-lecho seguro tiene unas características determinadas –señala Jové- igual que las debe tener una cuna". Antes de nada, lo más importante es que la madre no fume. El tabaquismo materno multiplica por cinco la mortalidad del bebé en los tres primeros meses de vida e incluso por trece en el caso de compartir cama.
Pero también se oyen voces contrarias a esta práctica, como la de Bartolomé Bonet, pediatra de la Fundación Hospital Alcorcón, que cree que el co-lecho "no aporta ningún beneficio relevante". "No tengo claro que sea una gran ventaja", añade, por lo que recomienda a los padres que compartan habitación pero no colchón.
En cualquier caso, una vez tomada la decisión de querer dormir con el bebé, las múltiples guías y documentos editados sobre el tema subrayan que el co-lecho debe hacerse en una cama o un futón, nunca en un sofá o una hamaca. Además, el colchón debe ser firme, se debe evitar el riesgo de caída del bebé y los elementos que puedan poner en peligro al pequeño, como sábanas con lazos, edredones que den demasiado calor, etc.
Otras situaciones de riesgo son el consumo de alcohol, de fármacos que aumenten la somnolencia o la obesidad. Estas medidas de seguridad son las recomendadas por varias asociaciones, como la Liga de la Leche (grupo en defensa de la lactancia natural). Celia, una de sus asesoras en la Comunidad de Madrid, explica que desde esta organización "no prohibimos, avisamos sobre los riesgos, sobre las precauciones a tomar y los casos en los que está contraindicado".
La reticencia a compartir lecho con los recién nacidos es reiterada en los países mediterráneos, Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, en el mundo, "el 80% de los niños duerme acompañado", señala Jové. En Japón y los países nórdicos este porcentaje se sitúa por encima del 90%.
Está demostrado que durante los seis primeros meses de vida del niño, dormir en habitaciones separadas multiplica por 10 el riesgo de muerte súbita, según explica González. Y, añade Jové, el co-lecho, cuando se hace adecuadamente, reduce estos casos. Sus bondades no terminan ahí. Favorece la lactancia, disminuye el insomnio infantil y en la edad adulta, fortalece el vínculo madre-hijo, etc.
La opinión generalizada es que el problema del co-lecho es un problema cultural, del que, según González, "probablemente no hablaríamos si no existiera prejuicio". Como dijo James McKenna, uno de los grandes expertos mundiales en la materia, "somos una sociedad que favorece el individualismo y la autonomía por encima de la interdependencia, e igualamos la cuestión de dónde y cómo duerme el bebé con el carácter moral".
El Mundo, 4/05/08
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