El instinto de protección por parte de la madre, y el instinto de superviviencia desarrollado en los bebes, hace que ambos tengan el impulso de dormir en la misma cama. Los bebes no tienen aun desarrollado el concepto de espacio-tiempo, por lo que la separación de una pared puede significar para ellos lo que para nosotros un océano de distancia. Lo mismo ocurre con la percepción temporal, únicamente saben lo que ocurre aquí y ahora, y un solo minuto puede parecerles una eternidad. Cuando los padres no están presentes en la habitación, para el bebe supone una tremenda sensación de total soledad y causa en ellos un originario y profundo terror.
A nadie le gusta dormir solo ni estar a oscuras a solas. Incluso siendo adultos preferimos estar acompañados o mantener alguna luz encendida. El conjunto soledad-oscuridad nos devuelve a nuestros miedos más ocultos y primigenios.
La idea de que los niños están más seguros en su propia cama no tiene ningún fundamento. No hay pruebas sobre las ventajas de la separación física, pero si existen estudios que avalan los beneficios del colecho. Entre ellos se destacan: despertares sincronizados entre el bebé y la madre, una mayor estabilidad cardiorrespiratoria y mayor oxigenación de los niños, disminución de los episodios de llanto, mejor termorregulación y mayor prevalencia de la lactancia materna. Los bebés que duermen con su madre son amamantados hasta 3 veces más tiempo que aquellos que duermen solos en su habitación.
También cabe mencionar los beneficios emocionales para toda la familia y la incidencia positiva sobre el desarrollo afectivo. Un bebe que duerme junto a sus padres no solo comparte la cama, sino que recibe mas atención y mayor contacto físico. El vinculo que se crea entre padres e hijos mediante el colecho es muy intenso y duradero, lo que contribuye a un mayor entendimiento y un fuerte sentimiento de seguridad en los hijos. No se puede comparar con nada la sensación de despertar juntos y compartir esos primeros minutos del día, la primera sonrisa de la mañana, las cosquillas en la cama…
Creencias populares dicen que para que un bebe deje de quejarse por la noche y los padres puedan dormir sin interrupción hay que dejarle llorar. Efectivamente, en general dejan de quejarse después de un tiempo, pero además ocurre algo terrible: pierden la esperanza y la confianza de que sus padres están pendientes de ellos cuando lo necesitan. Se resignan. Y creemos que la resignación no forma parte precisamente de un crecimento feliz ni de un desarrollo afectivo sano. Tampoco facilita una relación paterno-filial basada en la confianza mutua y la empatía. Pensamos que entregarles nuestro cariño en vez de indeferencia, o nuestro afecto en lugar de distanciamiento, hace felices a nuestros bebés, y por tanto a todos nosotros.
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