Sin embargo, en algunos casos la fiebre puede ser peligrosa o requerir la atención del pediatra. Si la fiebre persiste por más de 48 horas, se debe acudir de inmediato con el médico.
Cuidado con la deshidrataciónLa fiebre puede causar deshidratación. El agua constituye el 78% del peso de los bebés menores de un año y el 60% al año de vida. Por eso, cuando un bebé tiene diarrea, vómitos o fiebre elevada con exceso de sudoración, corre mayor riesgo de deshidratarse. No sólo pierde agua sino sales corporales –en especial sodio y potasio-, fundamentales para un crecimiento saludable.
La deshidratación es consecuencia de un calor excesivo en el cuerpo, como es la fiebre, y sólo se produce cuando el cuerpo elimina más líquidos de los que ingiere.
Deshidratación leve
Cuando el bebé pierde menos del 5% de su peso, manifiesta pocos síntomas aunque tiene sed y está agitado e irritable.
Deshidratación moderada
Si la pérdida de peso oscila entre el 5% y 10% de su peso, con respiración acelerada y aumento del ritmo cardiaco (episodios de taquicardia). El bebé tiene los ojos y la fontanela o mollera hundidos, llora sin lágrimas, orina poco y tiene el signo del pliegue positivo (al pellizcar un pliegue de piel, éste no vuelve a su lugar, sino queda arrugado).
Deshidratación grave
Cuando el bebé pierde más del 10% de su peso, está soñoliento y presenta las extremidades azuladas y frías, no orina y se acentúa el síntoma del pliegue de piel.
El tratamiento de la deshidratación depende del motivo que la está ocasionando. Si los vómitos son graves, la rehidratación debe hacerse por vía intravenosa. Si el niño tolerara la alimentación por la boca, lo que se recomienda normalmente es darle sueros indicados para este tipo de padecimientos.
Como siempre, lo más recomendable es que ante la presencia de cualquiera de estos síntomas, lleves a tu hijo de inmediato a consulta con su pediatra.
Convulsiones febriles
Las convulsiones son los movimientos bruscos, involuntarios y sin coordinación de una o todas las partes del cuerpo, debido a una alternación en el sistema nervioso central.
En cambio, la convulsión febril –llamada también benigna- suele ocurrir en un niño entre los 6 meses y 5 años de edad, como consecuencia de la fiebre alta durante una infección que no involucra al sistema nervioso central (meningitis o encefalitis). Alrededor del 5% de los niños ha sufrido convulsiones febriles.
Un niño con convulsión febril:
•Puede estar colorado y sudoroso.
•Tiene la frente muy caliente.
•Puede apretar los puños, tornar rígida la espalda e incluso arquearla hacia atrás.
•Hace movimientos involuntarios y pierde tono muscular. •Retiene el aire y su rostro parece azuloso.
•Sus ojos pueden estar en blanco, fijos o entrecerrados. Un episodio de convulsión febril dura menos de cinco minutos y no deja secuelas. De hecho el niño se recupera por completo inmediatamente después de una convulsión febril.
Si tu hijo presenta una convulsión febril:
- Aleja los muebles y objetos contra los cuales se pueda golpear.
- Coloca almohadas o materiales suaves a su alrededor para evitar que se lesione.
- Desvístelo y cerciórate de que tenga bastante aire fresco, sin que se enfríe demasiado.
- Si presenta convulsiones y está acalorado, refréscalo con una esponja húmeda.
- Acude con su pediatra para que controle la fiebre alta y su causa. Seguramente le recetará un antipirético con paracetamol para reducir la fiebre y sus malestares.
Se ha comprobado que existe una predisposición genética a padecer las convulsiones febriles, por lo que se debe averiguar si alguno de los padres u otro familiar cercano las padeció en la infancia. En cualquier caso, es importante que el médico revisa al niño con convulsiones febriles para descartar cualquier tipo de anomalía.
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