Los Mossos d'Esquadra detuvieron a la propietaria y directora de la ludoteca 'Winnie The Pooh' del barrio barcelonés de Horta-Guinardó donde el pasado lunes falleció un bebé de cuatro meses, al parecer por muerte súbita, aunque no se sabrá con seguridad hasta que trasciendan hoy los datos de la autopsia. Fuentes de la policía autonómica precisaron que la detención no se debe a la defunción del menor, sino a un presunto delito contra los derechos de los trabajadores ya que las cuidadoras, ambas extranjeras, no tenían los papeles en regla.
En el momento de los hechos una treintena de niños estaba en el centro, que sólo tenía licencia para albergar a diez pequeños desde el pasado mes de febrero y en calidad de ludoteca, no de guardería. En él se servían comidas cuando tampoco existía ningún permiso ni un seguro adecuado para hacerlo.
Entre las numerosas irregularidades, destaca la contratación de las trabajadoras, dos de ellas sudamericanas y una española. Ninguna de ellas tenía la titulación necesaria para ocuparse de los niños y, en el caso de las extranjeras, no tenían la documentación en regla. La propietaria del centro es Rosa Angélica, de origen peruano.
El bebé fallecido, nacido el pasado mes de noviembre, era hijo de una pareja de bolivianos. Con independencia de las causas de la muerte del bebé, este suceso pone al descubierto la existencia de un sector económico emergente dado el incremento de la natalidad y la incorporación de la mujer al mercado laboral, que no está regulado. Los vecinos han explicado que casi todos los menores que atendía el centro eran de origen sudamericano. Por lo general familias de escasos recursos que encuentran en estos locales, que actúan como guarderías encubiertas, la única opción para el cuidado de sus hijos.
Y ello, pese a que la Generalitat lleva meses, según recoge Efe en una nota, preparando un decreto regulador que tiene previsto aprobar este verano. La falta de regulación, y por tanto de actividad inspectora, ha facilitado la proliferación de locales que actúan como guarderías encubiertas sin reunir los requisitos para ello y que se autodenominan ludotecas, aunque tampoco ejercen como tales, según fuentes consultadas del sector que denuncian este intrusismo.
De hecho, el local donde ocurrieron los hechos no tenía ningún cartel exterior que anunciara su actividad, aunque en el interior, al parecer, compartían espacio hasta treinta menores. Para abrir un negocio de este tipo ahora sólo se requiere de una licencia que otorgan los ayuntamiento siempre que se cumplan unos requisitos que tienen que ver con las características del local, pero no con la actividad que se desarrollará.
En el momento de los hechos una treintena de niños estaba en el centro, que sólo tenía licencia para albergar a diez pequeños desde el pasado mes de febrero y en calidad de ludoteca, no de guardería. En él se servían comidas cuando tampoco existía ningún permiso ni un seguro adecuado para hacerlo.
Entre las numerosas irregularidades, destaca la contratación de las trabajadoras, dos de ellas sudamericanas y una española. Ninguna de ellas tenía la titulación necesaria para ocuparse de los niños y, en el caso de las extranjeras, no tenían la documentación en regla. La propietaria del centro es Rosa Angélica, de origen peruano.
El bebé fallecido, nacido el pasado mes de noviembre, era hijo de una pareja de bolivianos. Con independencia de las causas de la muerte del bebé, este suceso pone al descubierto la existencia de un sector económico emergente dado el incremento de la natalidad y la incorporación de la mujer al mercado laboral, que no está regulado. Los vecinos han explicado que casi todos los menores que atendía el centro eran de origen sudamericano. Por lo general familias de escasos recursos que encuentran en estos locales, que actúan como guarderías encubiertas, la única opción para el cuidado de sus hijos.
Y ello, pese a que la Generalitat lleva meses, según recoge Efe en una nota, preparando un decreto regulador que tiene previsto aprobar este verano. La falta de regulación, y por tanto de actividad inspectora, ha facilitado la proliferación de locales que actúan como guarderías encubiertas sin reunir los requisitos para ello y que se autodenominan ludotecas, aunque tampoco ejercen como tales, según fuentes consultadas del sector que denuncian este intrusismo.
De hecho, el local donde ocurrieron los hechos no tenía ningún cartel exterior que anunciara su actividad, aunque en el interior, al parecer, compartían espacio hasta treinta menores. Para abrir un negocio de este tipo ahora sólo se requiere de una licencia que otorgan los ayuntamiento siempre que se cumplan unos requisitos que tienen que ver con las características del local, pero no con la actividad que se desarrollará.
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