Para ayudarles a construir esta autonomía, el niño debería aprender a contener y tolerar su angustia ante la pérdida (de personas, objetos, deseos…), aprendizaje que le proporcionan los límites, ya que les enseñan lo que pueden y lo que no pueden hacer, ordenando y dando un sentido a su existencia.
Es por eso que los límites constituyen un eje organizador de la vida de los niños, les proporcionan seguridad, son una referencia de sus conductas y les enseñan a renunciar a sus deseos y a tolerar la frustración.
¿Cómo hemos de poner límites?
¿Cómo hemos de poner límites?
Antes de adentrarnos a responder a esta pregunta debemos tener en cuenta una consideración fundamental previa: los padres y las madres no pueden ser amigos de sus hijos, ya que tienen unas responsabilidades y obligaciones que deben asumir y que les conducen a enfrentarse a los deseos inapropiados de sus hijos. Si está premisa no está bien asumida, en la lucha del día a día para establecer límites nuestros hijos nos irán ganando pequeñas batallas que a la larga pasarán factura a ellos y a nosotros.
Respondiendo a la pregunta que nos planteábamos, hemos de crear límites y normas claras y precisas, y posteriormente explicárselas a nuestros hijos. En el momento en que aparezca el intento de transgresión del límite por parte de éstos, resulta fundamental negarse y saber decir “no” a los deseos, instintos o comportamientos inadecuados del niño. Nuestro “no” ha de ser firme e inamovible, ya que llegados a este punto es probable que aparezcan conductas de rebeldía, pataletas y lloros por parte de nuestros hijos, pero la clave está en mantenernos firmes en nuestra postura, no intentar razonar con ellos en ese momento ya que no están en la situación para hacerlo, y sobretodo no ceder a las reacciones del niño, por muy airadas que sean, ya que de este modo llegará un momento que aprenderán a controlar estas situaciones de negación de deseos, comportamiento, personas… y es así como harán sus aprendizajes de autonomía.
En este proceso es importante no perder el control, y transcurrido un tiempo después del conflicto, cuando el niño o la niña estén más calmados, hemos de proporcionales explicaciones sobre nuestras actuaciones para que nos comprendan y para que comprendan el por qué de los límites.
No es conveniente plantear un exceso de límites, en este sentido es más adecuado proponer sólo unas normas y aplicarlas mejor. Del mismo modo, también hemos de saber gestionar la economía de conflictos. Sabemos que en el día a día estas batallas con nuestros hijos son agotadoras, es por ello que vale la pena entrar en aquellas que realmente son importantes y sabemos que no vamos a perder nuestra coherencia.
Las consecuencias de no poner límites las encontramos en niñ@s inmadur@s, dependientes de sus padres, caprichosos, que no toleran la frustración, que no saben ceder en sus relaciones personales, que se malhumoran frecuentemente…
Respondiendo a la pregunta que nos planteábamos, hemos de crear límites y normas claras y precisas, y posteriormente explicárselas a nuestros hijos. En el momento en que aparezca el intento de transgresión del límite por parte de éstos, resulta fundamental negarse y saber decir “no” a los deseos, instintos o comportamientos inadecuados del niño. Nuestro “no” ha de ser firme e inamovible, ya que llegados a este punto es probable que aparezcan conductas de rebeldía, pataletas y lloros por parte de nuestros hijos, pero la clave está en mantenernos firmes en nuestra postura, no intentar razonar con ellos en ese momento ya que no están en la situación para hacerlo, y sobretodo no ceder a las reacciones del niño, por muy airadas que sean, ya que de este modo llegará un momento que aprenderán a controlar estas situaciones de negación de deseos, comportamiento, personas… y es así como harán sus aprendizajes de autonomía.
En este proceso es importante no perder el control, y transcurrido un tiempo después del conflicto, cuando el niño o la niña estén más calmados, hemos de proporcionales explicaciones sobre nuestras actuaciones para que nos comprendan y para que comprendan el por qué de los límites.
No es conveniente plantear un exceso de límites, en este sentido es más adecuado proponer sólo unas normas y aplicarlas mejor. Del mismo modo, también hemos de saber gestionar la economía de conflictos. Sabemos que en el día a día estas batallas con nuestros hijos son agotadoras, es por ello que vale la pena entrar en aquellas que realmente son importantes y sabemos que no vamos a perder nuestra coherencia.
Las consecuencias de no poner límites las encontramos en niñ@s inmadur@s, dependientes de sus padres, caprichosos, que no toleran la frustración, que no saben ceder en sus relaciones personales, que se malhumoran frecuentemente…
Por todo ello, y aunque nos resulte costoso y agotador enfadarnos con nuestros hijos después de una dura jornada de trabajo, no cabe duda que es tiempo y acciones educativas bien invertidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario