Los niños nacen con necesidad de historias
Los bebés nacen con unas necesidades primarias de afecto, de sueño, de alimento... y nacen también con necesidad de historias. Tienen necesidad de estimulación hacia la palabra, tanto oral como escrita, con el adulto como cómplice. Lo que un niño puede comprender no depende únicamente del desarrollo intrínseco de sus capacidades interpretativas, sino que viene condicionado por la presencia y familiaridad de esos elementos en su cultura.
Cuanto antes se ponga en contacto a los bebés con estos estímulos, mejor. Desde la cuna es conveniente aportarle pensamiento y palabra a través de canciones, nanas, juegos corporales y de la narración de pequeñas historias.
Antes de los tres años la relación madre-hijo o padre-hijo crea situaciones muy especiales para el desarrollo del lenguaje. Si esto se produce desde el principio, supone enormes ventajas en el desarrollo posterior del niño. No sabemos lo que entienden pero sí podemos saber qué es lo que prefieren. Y todos ellos quieren historias, palabras especiales, sonoras, ¡sea cual sea su significado! A los bebés, desde un primer momento, les podemos hablar de tres formas diferentes:
- Con el lenguaje de los hechos, de los actos, de las situaciones, de lo cotidiano. Es el lenguaje que normalmente utilizamos cuando lo vestimos, lo alimentamos, lo queremos.
- Con el lenguaje del relato, que tiene la misma capacidad de comunicación de la lengua escrita. Este lenguaje lo utilizamos al contar, al cantar, al recitar. No le interesan tanto los contenidos como la sonoridad de las palabras. Con este lenguaje, el lenguaje cotidiano se desarrolla.
- Con el lenguaje del silencio, necesario para que pueda interiorizar lo que le estamos comunicando, y pueda responder a los estímulos.
Evolución de intereses y capacidades del bebé
La evolución de los intereses y las capacidades en los pequeños es excepcionalmente rápida en sus primeros años de vida, y está más que comprobado que la relación precoz de los niños con los libros y su especial lenguaje, siempre que no se trate de aprendizajes forzados y prematuros, suscita el deseo de acceder a lo escrito. El primer contacto que tiene el niño con el libro es un acto de exploración sensorial. Le gusta acercarlo a la boca, mirarlo, tocarlo, lanzarlo, cogerlo con sus manos, manipularlo y descubrirlo.
Alrededor del año, un bebé es capaz de reconocer a sus padres a través de una fotografía, e igualmente será capaz en esta edad de reconocer objetos familiares representados en las ilustraciones de los libros. Es un proceso de identificación en el que se hace una transición de lo físico a lo mental, y esto le ayuda a saber que las imágenes representan el mundo real.
Poco a poco, el libro de imágenes pone en contacto al bebé con el mundo que le rodea y le da acceso a otros desconocidos. El niño primero lee la imagen, y posteriormente la interpreta. Los objetos familiares se relacionan unos con otros e introducen el sentido de la trama. Estos son sus primeros pasos en el proceso de iniciación a la lectura. La adquisición del lenguaje se produce entre los 10 y los 30 meses, siendo este un periodo de intensa conquista intelectual para que el niño camine hacia su autonomía.
Hacia los dos años la mayoría de los niños utilizan convenciones literarias: repeticiones de palabras, fórmulas de inicio y finales de los cuentos, cambio del tono de la voz, etc. Todos estos avances se verán incrementados, sin duda, en aquellos niños que han oído contar muchos cuentos. Todo ello nos anima a comenzar cuanto antes a contar y jugar con los cuentos.
El juego y la estimulación de bebé con los libros
Hemos comentado que la relación del bebé con el libro evoluciona paralelamente al proceso de maduración sensorial del niño. Por otro lado, la necesidad de actividades lúdicas en los primeros años de vida fue reconocida hace tiempo y de forma generalizada por los psicólogos (Wallon, Piaget, Winnicott).
Los primeros encuentros con el libro deben hacerse, precisamente, desde el juego y la socialización a través de los sentidos. En un principio el libro es simplemente un objeto que atrae la atención del bebé. Pero más adelante, ese mismo objeto le servirá para jugar con la imaginación, con el pensamiento y con el lenguaje.
Los libros y la cultura
Los libros son un instrumento de cultura que favorecen los aprendizajes y permiten que el niño desarrolle su capacidad de atención y expresión, conozca el mundo que le rodea y amplíe su vocabulario.
Desde un primer momento los libros constituyen un medio excelente de comunicación entre el adulto y el bebé. Con un libro en las manos, el adulto habla, mira, acaricia y establece una relación afectuosa con el niño.
La lectura, por otro lado, es un acto donde el afecto tiene un rol destacado. Tiene que brindar al niño momentos de mucho afecto, que le hagan relacionar el acto de leer con la satisfacción personal. Por ello, el papel de los padres es fundamental para hacerles llegar los libros y sus historias. Los padres pueden relacionar lo que hay en los libros con lo que el niño conoce, con lo que le gusta, con lo que le satisface y necesita. La familia es por tanto un elemento determinante en el desarrollo del hábito de lectura del niño, tanto más si tenemos en cuenta que los niños imitan modelos a seguir. Es muy importante que los padres cuenten, lean en voz alta, y se conviertan en definitiva en referentes y catalizadores del hábito lector de sus hijos.
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