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¿Qué hacer ante l@s niñ@s agresiv@s?


Una vez llegados a este apartado la mayoría de vosotros ya os habéis dado cuenta que la conducta agresiva de vuestro hijo es una conducta aprendida y como tal puede modificarse. También la lectura anterior os ha servido para comprender que una conducta que no se posee puede adquirirse mediante procesos de aprendizaje. Con lo cual el objetivo en casa o en la escuela también será doble: desaprender la conducta inadecuada y adquirir la conducta adaptativa.

Si montamos un programa para cambiar la conducta agresiva que mantiene nuestro hijo hemos de tener en cuenta que los cambios no van a darse de un día a otro, sino que necesitaremos mucha paciencia y perseverancia si queremos solucionar el problema desde casa.
Una vez tenemos claro lo anterior, la modificación de la conducta agresiva pasará por varias fases que irán desde la definición clara del problema hasta la evaluación de los resultados.
Vamos a analizar por separado cada una de las fases que deberemos seguir:

Definición de la conducta:
Hay que preguntarse en primer lugar qué es lo que nuestro hijo está haciendo exactamente. Si nuestra respuesta es confusa y vaga, será imposible lograr un cambio. Con ello quiero decir que para que esta fase se resuelva correctamente es necesario que la respuesta sea específica. Esas serán entonces nuestras conductas objetivo (por ejemplo, el niño patalea, da gritos cuando...).
Frecuencia de la conducta:
Confeccione una tabla en la que anotar a diario cuantas veces el niño emite la conducta que hemos denominado globalmente agresiva. Hágalo durante una semana.
Definición funcional de la conducta:
Aquí se trata de anotar qué provocó la conducta para lo cual será necesario registrar los antecedentes y los consecuentes. Examine también los datos específicos de los ataques. Por ejemplo, ¿en qué momentos son más frecuentes?
Procedimientos a utilizar para la modificación de la conducta:
Nos planteamos en la elección dos objetivos: debilitar la conducta agresiva y reforzar respuestas alternativas deseables (si esta última no existe en el repertorio de conductas del niño, deberemos asimismo aplicar la enseñanza de habilidades sociales).

  • Ciertas condiciones proporcionan al niño señales de que su conducta agresiva puede tener consecuencias gratificantes. Por ejemplo, si en el colegio a la hora del patio y no estando presente el profesor, el niño sabe que pegando a sus compañeros, éstos le cederán el balón, habrá que poner a alguien que controle el juego hasta que ya no sea preciso.

  • Debemos reducir el contacto del niño con los modelos agresivos. Por el contrario, conviene suministrar al niño modelos de conducta no agresiva. Muéstrele a su hijo otras vías para solucionar los conflictos: el razonamiento, el diálogo, el establecimiento de unas normas. Si los niños ven que los adultos tratan de resolver los problemas de modo no agresivo, y con ello se obtienen unas consecuencias agradables, podrán imitar esta forma de actuar. Para vosotros papás entrenar el autocontrol con ayuda de la relajación.

  • Reduzca los estímulos que provocan la conducta. Enseñe al niño a permanecer en calma ante una provocación.

  • Recompense a su hijo cuando éste lleve a cabo un juego cooperativo y asertivo.

  • Existe una cosa denominada "Contrato de contingencias" que tiene como finalidad comprometer al niño en el proyecto de modificación de conducta. Es un escrito entre padres e hijo en el que se indica qué conductas el niño deberá emitir ante las próximas situaciones conflictivas y que percibirá por el adulto a cambio. Asimismo se indica qué coste tendrá la emisión de la conducta agresiva. El contrato deberá negociarse con el niño y revisarlo cada X tiempo y debe estar bien a la vista del niño. Tenemos que registrar a diario el nivel de comportamiento del niño (como hacíamos con la enuresis) porque la mera señal del registro ya actúa como reforzador. Esto es adecuado para niños a partir de 9 años.

Ponga en práctica su plan:
Cuando ya ha determinado qué procedimiento utilizará, puede comenzar a ponerlo en funcionamiento. Debe continuar registrando la frecuencia con que su hijo emite la conducta agresiva para así comprobar si el procedimiento utilizado está o no resultando efectivo. No olvide informar de la estrategia escogida a todos aquellos adultos que formen parte del entorno del niño.
Mantenga una actitud positiva. Luche por lo que quiere conseguir, no se desmorone con facilidad. Por último, fíjese en los progresos que va haciendo su hijo más que en los fallos que pueda tener. Al final se sentirán mejor tanto Vd. Como su hijo.
Evalúe los resultados del programa:
Junto con el tratamiento que usted ha decidido para eliminar la conducta agresiva de su hijo, usted ha planificado también reforzar las conductas alternativas de cooperación que simbolizan una adaptación al ambiente. Una vez transcurridas unas tres semanas siguiendo el procedimiento, deberá proceder a su evaluación. Si no hemos obtenido ninguna mejora, por pequeña que sea, algo está fallando, así es que deberemos volver a analizar todos los pasos previos. La hoja de registro nos ayudará para la evaluación de resultados. Si hemos llegado al objetivo previsto, es decir, reducción de la conducta agresiva, no debemos dejar drásticamente el programa que efectuamos, porque debemos preparar el terreno para que los resultados conseguidos se mantengan.
Para asegurarse de que el cambio se mantendrá, elimine progresivamente los reforzadores materiales. No olvide que los procedimientos que usted como padre ha aprendido, los puede interiorizar para provocar en usted mismo un cambio de actitud. Practique el entrenamiento en asertividad y será más feliz.

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